Presentación

A mis hijos Manuel, Guillermo y Miguel, que con paciencia vieron pasar los años mientras yo dedicaba muchas horas a esta obra y se las robaba a ellos en pleno crecimiento. A Clarita, mi maravillosa esposa, que con mucho amor y comprensión apoyó este largo proyecto, y a mi padre Guillermo, a quien le debo la afición por los autos.

A ellos dedico esta obra, con mucho amor.

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Desde comienzos de los años ochenta empezó mi interés por los autos antiguos. Recordaba con nostalgia el automóvil Pontiac Star Chief Catalina modelo 1955 que tenía mi padre Guillermo Correa Correa, el Chevrolet Bel Air Hardtop 1955 y el Studebaker Champion. El deseo de recuperar algunas de esas piezas me motivó a pensar en comprar un carro para restaurar. En 1994 lo adquirí, y en este auto hice mi primera academia como reconstructor o restaurador.

Primero me enfrenté al proceso de hacer la latonería, luego a conseguir las piezas originales y después a la recuperación de la parte mecánica; más adelante vino la pintura, el ensamble y, por último, el detallado final, hasta dejar el vehículo en una restauración de nivel amateur. Una vez terminada esta restauración, aprendí sobre la importancia relativa de un auto antiguo, pues descubrí que ocupaban un lugar más alto los autos convertibles, a los que seguían los coupés sin parales. igualmente, en conversaciones y encuentros con amigos también aficionados a los autos antiguos, supe que existían autos clásicos y autos antiguos, lo mismo que otros simplemente viejos, cuyo valor era solo sentimental, no de colección.

Más adelante, en mi investigación sobre autos en fuentes impresas e internet, descubrí las clasificaciones elaboradas por el Classic Car Club of America (CCCA), que tipificaba los autos en clásicos (las ediciones especiales de mayor valor desde el año 1925 hasta 1948), luego la Milestone Car society de California clasificó los Milestones, autos de especial importancia entre 1945 y 1972; en tercer orden aparecían autos antiguos como los convertibles, los producidos entre 1900 - 1939, los de los años cincuenta y los de ediciones limitadas que no son ni clásicos ni milestones, y en último lugar, los autos que solo son viejos. Aprendería también que un auto era una inversión y que había que saber seleccionar estos de acuerdo con las anteriores premisas.

Luego, en compañía de mi amigo Luis Alberto Moreno, tramitamos ante el entonces Instituto Colombiano de Comercio Exterior (incomex) el permiso de importación de autos de colección para restaurarlos, y el primer auto que vino a Colombia bajo este sistema fue mi Ford 1934, en septiembre de 1997.

Más adelante pude comprender lo que era una restauración profesional y que para hacerla se requería conocimiento técnico sobre cada pieza. Este se podría conseguir a través de la investigación en libros e internet, de la asistencia a shows de autos y partes y, lo más importante, mediante el intercambio de conocimientos con expertos en la materia. Con todo ello, también fui descubriendo que cada auto tenía su historia pero que con el paso de los años estas se iban olvidando y podrían quedar definitivamente borradas si alguien no se comprometía con la labor de documentarlas.

Sé que el reto al que me enfrento es muy grande y quizá podría desbordar mi alcance, pero solo pretendo dejar documentadas algunas importantes y divertidas anécdotas sobre el mundo de los autos en el país: las costumbres, las restauraciones, las preservaciones, las normas que existieron para el sector automovilístico, las historias sobre los autos desaparecidos y la importancia cultural de la restauración y la preservación de estas reliquias.

Ojalá este libro sea una pieza de consulta para futuras generaciones.

Juan Guillermo Correa Naranjo.

 

Pontiac 1950 Juan Guillermo Correa

Pontiac Star Chief Catalina modelo 1955
Juan Guillermo Correa, Hernán Correa (Hermano), Guillermo Correa (Padre)

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