HISTORIA DE LOS PRIMEROS CAMIONES EN COLOMBIA
El segundo camión llegaría a Bogotá en 1917 marca Wichita importado por Roberto J. Herrera y Enrique de La Torre y fundarían la primera compañía de transportes, llamada Herrera & De La Torre Transportes. Roberto J. Herrera narra en su libro “75 años de la fotografía 1865-1940”, así: “Enrique de La Torre y yo fundamos la primera compañía de transportes, llamada Herrera & De La Torre Transportes, para esta empresa importamos los camiones comprados a la Wichita Falls Motor Company, empresa establecida en Texas, Estados Unidos. Los compramos allá porque esta casa con espíritu liberal nos brindo crédito y ayuda, entre ellas la de enviarnos un mecánico chauffer, para instruir al personal colombiano en el manejo del vehículo eso fue en 1917.
El camión llego a principios de año, era una maquina de cinco toneladas de carga, de seis ruedas macizas, las cuales para poderlas cambiar teníamos que recurrir a las prensas de los talleres de los Ferrocarriles de la Sabana. El camión tenía un dispositivo especial que le impedía ir a más de 10 millas por hora, el arranque era de manivela como era usual, los faros de luz de Carburo, movibles para ir enfocando el camino. El asiento con capacidad para tres personas que en tiempo de lluvia se cubría con una pequeña carpa de lona, muy insuficiente para nuestros aguaceros.
El camión nos costó US$2.500 y los fletes a Puerto Colombia fueron más de US$1.000. El camión llego en una estupenda caja de madera y la venta de esta constituyo la primera entrada de la nueva empresa. Tuvimos que importar el combustible, que venía en latas de 5 galones, el galón puesto en Bogotá costaba alrededor de dos pesos, el peso estaba a la par del dólar.
Primer conductor de origen argentino, ya que para la epoca no habia nadie capacitado para conducir el Camion Wichita.
Cuando terminamos de desempacar el camión en Facatativá, el cual venia armado con excepción de la capota y de las ruedas, emprendimos el viaje a Bogotá a donde llegamos sin contratiempos, luego de una espectacular vuelta a la plaza con paseo de “Los chinos de la calle y los lustrabotas” empezamos a pensar en el primer viaje.
El primer viaje en este camión que corría a 15 kilómetros por hora se realizo por la carretera del norte, sin carga, porque no sabíamos si los puentes irían a resistir el peso del camión. En el ministerio de obras públicas no pudieron darnos datos precisos de la resistencia de los puentes.
El señor ministro Don Jorge Vélez, nos hizo una carta recomendándonos con todo el personal de la vía. A la llegada a Tunja, a pesar de la carta que traíamos, tuvimos serios inconvenientes, al llegar a la Aduanilla, nos quiso cobrar el pago de peaje que regia para las carretas de dos ruedas, pero nosotros alegamos que el camión era de seis ruedas, al final le probamos que el auto está exento y nos dejaron pasar.
En carreteras el camión sorprendió a las gentes, que nunca habían visto uno.
Por fin llegamos a Sogamoso y ahora si desde allí nos devolvimos cargados con trigo, gallinas, huevos, queso, papas, mas la gasolina para el viaje redondo, ya que eso de bombas de gasolina no existía. El primer percance lo tuvimos cruzando el Riachuelo del Rio Piedras, donde el puente se vino abajo y quedamos allí enterrados, cayendo al agua parte de la carga, tratamos de sacar el camión con una yunta de bueyes, pero estas no pudieron sacarlo y tuvimos que recurrir a la fábrica de cemento Samper, donde nuestro amigo Don Alberto Samper, nos facilito una diferencial gigante de seis toneladas, la llevamos en un carro de yunta al lugar del accidente y logramos sacar el camión.
No obstante, las dificultades más serias provenían de la gente, que no podían adaptarse al cambio de vehículo con tanta facilidad. Recuerdo un indio que nos encontramos en el camino con su carga de huevos, le preguntamos: ¿Cuantos días gasta en el viaje a Bogotá? Le preguntamos tratando de convencerlo de que usara el camión. “nueve días, mi amito respondió el indio”, Bueno súbase nosotros solo le cobramos cincuenta centavos y el viaje lo hace en un día. El indio se quedó pensativo como tratando de resolver un problema grave, y luego dio esta contundente razón para no aceptarnos, ¡“Y yo que hago con los otros ocho días!”.
En los veranos el viaje duraba un día, en los inviernos duraba dos o tres días, en las encunetadas debíamos descargarlo con ayuda de los campesinos encontrados en la vía y les pagábamos el día entre 20 y 30 centavos. La competencia que le hicimos a los carros de tracción animal era enorme y sus dueños se convirtieron en nuestros enemigos. En una ocasión se presento una trifurca en carretera, por la imprudencia de nuestro técnico argentino, hubo bronca, nos quebraron una farola y quedamos a oscuras, entonces el dueño de un hotel al frente nos gritó que nos entráramos, que eran capaces de matarnos, entonces nos refugiamos en el hotel, a la mañana siguiente esperábamos encontrar el camión hecho cenizas, pero no estaba allí sano y salvo.
En realidad no había buena época para el servicio, pues en verano las carreteras no ofrecían mayores dificultades, pero el Rio Magdalena se secaba y no llegaban los vapores con la gasolina.
Percances teníamos por montones, en una ocasión, el camión atropello unos bueyes que llevaba un pobre labriego, el nunca había visto un camión, salió este corriendo hasta la próxima casa que encontró, allí les dijo a sus habitantes que una animal con unos ojazos espantosos y que marcaba en circulo con sus manazas, había pasado rugiendo y se había tragado sus bueyes.
Una vez subiendo la cuesta de la llegada a Tunja, nos paso un coche de caballos, estos al oír el ruido del motor, se encabritaron en forma tal que volcaron el coche, uno de sus pasajeros que venía dentro sufrió descalabraduras y nosotros acudimos a ayudarlo con un nuestro botiquín de urgencia, haciéndole rápidas curaciones. Días después, fuimos a la casa del señor a preguntar como seguía, su criado de confianza nos contesto que su señor estaba furioso, no tanto por el golpe sufrido como por el efecto que en su cabello produjo el agua oxigenada que le aplicamos, se había vuelto mechirojo y nadie en Tunja lo reconocía.
La empresa de camiones tuvo muchas dificultades por las enterradas de los camiones, la caída de los puentes, la gasolina y demás que había que importar, además de la primera guerra mundial y la crisis de 1922 la empresa quebró.
Camion Yorkshire a vapor de 1925
Según nos contó su actual propietario Hugo Suarez Fiat: “este Camión a vapor marca Yorkshire Patent Steam Wagon, modelo 1925, es conocido como la “Locomotora de Tierra”. Es considerado el exclusivo y auténtico legatario, en esa época, de la tecnología del vapor vigente a finales del siglo XIX. El Camión fue enviado a Colombia el 17 de diciembre de 1925, según consta en la remisión del transportador. Su número de serie es el 1534. Fue despachado desde Hunslet, Leeds, en Inglaterra, sede de su fabricante, por barco, con destino a la Compañía Molinera de Tundamá, en Duitama, departamento de Boyacá, cuyas facilidades físicas aún existen. La misma compañía molinera solicitó otro camión similar en 1927, identificado con el # 1546, el cual fue despachado a Colombia en ese año. La firma que exportó los vehículos, desde Inglaterra, según aparece en los documentos de rigor, fue la Duncan McDonald & Company. El historiador Michael Walters, de origen inglés, quién reside a 10 millas del lugar dónde fue fabricado este excepcional camión, menciona en su página digital, que de este tipo de vehículos sólo existen 7 en el mundo. El aparato pesa 6 toneladas, se desplaza por el movimiento que le genera una cadena que es movida por un motor activado por una caldera, que el camión carga en la parte delantera, la cual es alimentada con carbón, con el fin de hervir el agua que le llega de un tanque gigante que cuelga de su chasis. El Camión desarrolla una velocidad máxima de 40 kilómetros por hora y se necesitan 2 maquinistas para conducirlo. Este vehículo es único en las Américas y a lo largo de su vida automotriz ha tenido cinco, quizás seis propietarios, siendo el último de ellos el cronista Hugo Suárez Fiat, de Santiago de Cali, quién lo adquirió en el año 2011 del empresario Gonzalo de Oliveira, gestor del Centro Comercial Chipichape de Cali, su último poseedor.”
Este es el Camión a vapor más antiguo de Colombia, fue hallado hace años abandonado en una calle de Fusagasugá por el prestigioso coleccionista paisa de autos Luis Fernando Hoyos, quien lo recupero y puso en marcha, quien lo trajo a la ciudad de Medellín en los años 70´s y lo conservo hasta mediados de los noventas cuando decidió poner en venta su colección, el camión estuvo durante un tiempo en venta en Medellín, hasta que en el 2005 llego de Cali Hugo Suarez Fiat y lo compro con el objeto de llevarlo al Museo del Transporte del Valle, pero el museo del transporte no pudo adquirirlo y finalmente el empresario Gonzalo de Oliviera lo adquirió, vendiéndolo finalmente a Hugo Suarez Fiat, quien aún lo conserva como un tesoro en Cali.
A comienzos del siglo veinte varios distribuidores colombianos empiezan a importar y a comercializar las nuevas marcas de camiones que recién aparecen en esta nueva industria del transporte norteamericana, Antonio Puerto y Cía., consigue para el año de 1915 la distribución de camiones White,( esta marca aun hoy existe y es propiedad de Volvo Trucks of North América) y más adelante en 1919 toma la distribución de los camiones Graham Brothers, fabrica que luego sería absorbida por Dodge Brothers y continuaría el señor puerto distribuyendo los Dodge por muchos años.
El señor Efraín Fajardo C. fundo en 1917 en la ciudad de Medellínla agencia que llevaría su nombre y la ubico en el Edificio Olano, esta llevo la representación de la afamada marca de camiones White.
La subsidiaria de Antonio Puerto realizo las ventas para la ciudad de Medellín de la marca Graham Brothers.
hacia 1918 Gustavo Pradilla ofertaba sus camiones Ford asi.